El viento frío de Julio y una tensa calma eran el clima de la velada. Sabotaje aparte, los planes originales de reforzar vínculos afectivos a través de Toy Story 3 habían fallado y algunos todavía hacíamos notar nuestro fastidio.
Sumado a esto, nos veíamos obligados a esperar afuera de un tenedor libre en el cual habíamos efectuado la debida reserva, pero a los simpatiquísimos orientales dueños del espacio eso pareció no importarles.
"Reselva, sí, reselva. Gente, mucha, no mesa. Afuela, espelal", podría resumir la importancia que le dieron al asunto. Básicamente, les chupó un huevo.
La puerta del lugar dividía grupos de amigos festejando el 20 a toda alegría de otros intentando pasar el tiempo entre charlas y puteadas. Ansiosos comensales se seguían sumando del lado de afuera y, como además de las ganas de festejar la jornada entre amigos, algunos teníamos mucho hambre, fuimos aprovechando distracciones del guardián del restaurante, una suerte de pequeño patova chino de turno, para inmiscuirnos adentro y hacer uso de las comodidades que este
ofrecía. O sea colarnos, cazar un plato y comer lo que se deje comer de parados mientras esperábamos mesa.
Paso un rato de haber empezado a picar y la mesa llegó. Luego de hacer notar a una muy contenta y bien predispuesta moza (Nota: No) la falta de sillas, servilletas, pan y otras yerbas, empezó el pedido de bebidas. Una coca, dos cocas, un par de vinos...
Las recorridas por los pasillos de un tenedor libre siempre son algo particular. Uno hace una primera caminata de ojeo, en la cual aun espera encontrar lo más rico, y luego en la segunda vuelta empieza la selección y va tomando forma el plato. Luego de 23 vueltas de búsqueda nos dimos cuenta de que nos íbamos a tener que conformar con la resaca de unas muy dudosas papas fritas, e ir a pedir pasta y carne, que eso hay siempre.
- Te pido unos sorrentinos con bolognesa.
- Te los debo, quedan solo fideos.
- Bueno unos fideos con bolognesa.
Y luego, el siguiente en la fila.
- Te pido unos fideos con bolognesa.
- La bolognesa se terminó, te la debo.
Con la carne la situación era parecida, con el detalle de que además estaba muy muy fiera. Vuelta a las mesas, brindis, anécdotas, segunda ronda de bebidas, y disfrutar del espectáculo que daba una señora, bastante entrada en años y en vino, que bailaba arriba de una silla mientras la hinchada de mesas a su alrededor repasaba cánticos. "A-bueeee-laa! A-bueeee-laa! A-bueeee-laa!".
Llegaron luego mas platos que se iban ganando mis mas imaginativas puteadas, llegaron rondas de bebidas siempre incluyendo uno o dos vinos, llegó el postre... y llego también la cuenta."¡¡Eh!! ¿¡Pero que rompí!?".
Luego de verificar que el número final no nos hacia dueños de una parte del lugar, nos iniciamos a dividir la cantidad. La moza seguía firme junto a la mesa, como quien intuye algo. "Anda que te llamamos, tenemos que juntar la plata. No nos vamos a ir, jaja". Empezamos entonces a ver cuanto ponía cada uno, al momento en que nos dimos cuenta que varios integrantes habían salido a fumar. "Che... y si...".
Casi en simultaneo, como un pensamiento que revolotea el aire alrededor y entra en todos al mismo tiempo, la idea de fuga se instaló en la mesa. Mesa que, dicho sea de paso, se encontraba a 1.2 kilómetros de la puerta, puerta en la que se encontraba el guardián de turno, y a la cual para llegar había que pasar por la caja, a través de las desafiantes miradas de los dueños del establecimiento, que sospechábamos tenían encadenado a algún Bruce Lee, dispuestos a utilizarlo contra potenciales escapistas.
Vueltas. Sale uno, entra otro. Salen 3, vuelve uno que agarra una mochila, las camperas y vuelve a salir. ¿Estamos todos?, ¿Quien falta?. ¡El Tano!. ¡Tano Salí! repetían los mensajes y los llamados. El Tano, chocho.
Era él, quien ante todas las miradas de los espectadores, debía dar esos pasos finales con la velocidad justa, ni muy rápido ni muy lento, sin temblar, y con la cabeza bien arriba, como quien ya había dejado la plata sobre la mesa, el doble contando la propina, y se encontraba encendiendo un habano con un billete de 100 euros.
Toda esperanza parecía perdida, cuando se dio. El Tano dió sus primeros pasos afuera de esa puerta que dividia todo, pasando a través del guardián, sin mirar atrás. Dos pasos. Diez pasos. "¡¡Correeee!!".
Entre risas y corridas nos íbamos alejando, sin mirar atrás, mientras imaginábamos que nos perseguía un grupo de 15 ninjas liderados por Bruce Lee, que se encontraba con las cadenas rotas y con sed de occidentales en fuga. Los patrulleros que pasaban parecían conspirar contra nosotros, organizando un convoy para frustrar nuestro escape y aplicarnos todo el peso de la ley. O pagar la cuenta.
La cuenta del 20 de julio la invitó la casa, y las cervezas y gastos del resto de la noche, bueno... ¡Paga el chino!